
La tristeza de los pastores
Como figura pública, y líder espiritual, el pastor debe esforzarse, por mostrar a la sociedad, una imagen positiva y esperanzadora.
La gente de la Iglesia, espera que su pastor, se interese en ellos. Que les pregunten sobre su vida, salud, familia, estudios y trabajo. Que los visiten, los saluden después de un culto, y que siempre oren por ellos.
La gente espera todo esto, de su pastor local. Pero mayormente al pastor, le pasa tiempo, sin que nadie le pregunte, por ningunos de estos asuntos. Que nadie ore por ellos y los visite.
Aveces el pastor, luce un ser solitario. En su casa, no se ven visitas; Exeptos aquellos que lejos de ir a orar, por él y su familia, van en busca de oración, milagros y orientación.
Al terminar el servicio, muchas veces el pastor, vuelve a convertirse en un ser anónimo, hasta el próximo domingo, cuando la gente vuelve, a recordarse que existe.
El Apóstol Pablo, fue consciente de esta situación, y en algunas ocasiones, tuvo que luchar con ella, durante todo su ministerio (1 Corintios 4:9-13).
Los pastores son, seres humanos reales. Hombres de carne y huesos. El pastor no solo, está llamado a cuidar la iglesia; la Iglesia local tiene la responsabilidad, de cuidar a su pastor y de ayudarlo, en su vida y ministerio.
La Biblia enseña, que la Iglesia no puede fallar, en su función de suplir las necesidades de su pastor, para que este tenga el tiempo y la disposición, de dedicar su dones a su dirección y cuidado.
Uno de los factores, por lo que muchos pastores, lucen tristes y enfermos; es por el abandono y olvido, que sufren de parte de sus congregaciones.
Hay iglesias que le han negado a sus pastores, el derecho a la alimentación digna, al negarse estas, a pagarles por su servicio. El derecho a la alimentación y a la dignidad.
Nuevamente debo recurrir a Pablo, quien al ver como las iglesias, habían descuidado a sus pastores y apóstoles, incluido él mismo, las denuncia públicamente en su carta de 1 de Corintios.
Les habían negado, el derecho a una alimentación digna, al explotarlo laboralmente, y no pagarles por sus ministerios (1 Corintios 9:4).
Les habían quitado la oportunidad, de ser hombres productivos, integrados al aparato productivo de la sociedad, hasta verse imposibilitado de casarse (V.9), dada su mala condición económica. Como dirían en mi país ¿Con qué fuerza se casa un guardia?
Los habían explotado laboralmente, hasta encontrarse estos engañados y abusados (vv.14-15). Y la situaciones de los pastores de nuestros días, no es diferente.
Con qué estima y ánimo, predica un pastor el domingo un buen sermón, dirige un estudio bíblico, o elabora un buen proyecto para que su iglesia avance? Nada de esto será posible, si el pastor tiene hambre o su familia luce descuidada o insegura. Me estoy centrando en lo básico, que es familia y alimentación.
Pero hay otros factores, como la salud, vivienda y educación, que no caen del cielo solos. Todo esto se logra trabajando y produciendo.
Un pastor que viste ropas andrajosas y sucias, no se sentiría competente, para ejercer su ministerio.
Hay iglesias que no merecen tener pastor. Son abusadores, parásitos espirituales, consumidores de los recursos ajenos, vividores y explotadores laborales, abusadores de confianza, que merecen más bien estar cerradas.
El Apóstol Pablo, fue muy paciente. Cuando la Iglesia le falló, él fabricó carpas y las vendió para sobrevivir (Hechos 18:3).
Por supuesto, que Pablo lo hacía, en tiempo libre. Y que sepamos él no tenía familia, ni domicilio fijo.
Un pastor que dedique 8 horas al día, a fabricar y a vender carpas, no puede sentirse de buen ánimo, para salir de ahí a escribir y a predicar sermones, a evangelizar, a visitar, y a aconsejar a otros, sin antes mantener su casa en orden (1 Timoteo 3:4).
Sería como tener dos empleos, y solo cobrar en uno ¿Cómo que esto suena un poco tonto verdad? Pues justamente los pastores de nuestros días, en su gran mayoría, siguen siendo los tontos de Dios, que se exhiben junto a sus familias, como un verdadero espectáculo al mundo (1 Corintios 4:9).
Ahora bien, ningún pastor está llamado a aguantar nada de esto, ni tiene porqué soportarlo, por ninguna iglesia. Nosotros estamos llamados, a sufrir por la causa de Cristo, y por el evangelio, y no por ninguna iglesia en particular.
Si un pastor, no se siente apoyado, por su congregación; sencillamente debe abandonarla, y salir en busca de otra, que sea digna, de su ministerio. O empezar un nuevo ministerio.
Los dones del Espíritu, son irrevocables (Romanos 11:29). Y un pastor con verdadero llamado, siempre será pastor donde quiera que vaya.
Si un pastor descalabrado económicamente, pierde su familia, por causa de su iglesia; la iglesia lo va a desechar a él, por haber perdido a su familia.
El pastor no debe buscarse, una enfermedad terminal, por causa de una iglesia infiel e indigna.
Las prioridades en la vida de un pastor, deben ser en el orden siguiente: Dios, él, familia, Iglesia y sociedad. Porque como en la época de Pablo, hay iglesias hoy en día, que tienen a sus pastores, como sentenciados a muertes (1 Corintios 4:9).
Si el pastor, está cambiando el orden de Dios para su vida; se irá acercando lentamente a un precipicio peligroso, y mortal espiritualmente.
Pero el pastor no puede, ni debe llegar hasta ahí. Si el pastor se provoca una úlcera sangrante, un cáncer, una diabetes, o un infarto; ya al otro día la iglesia mala se estará buscando otro pastor, a quien seguir explotando. Porque ellos saben que la vida debe seguir, y nada se puede detener.
De todos modos, la esperanza del pastor, está centrada en las promesas de Dios en su Palabra (Juan 16:20).
Por el pastor Ruddy Carrera.